viernes, 27 de noviembre de 2020

DEJANDO TALLIN Y ENTRANDO EN SAN PETERSBURGO (I)



                                                   


 La catedral de San Isaac en San Petersburgo

Días 24 y 25 de julio, jueves y viernes de 2003

Después de nuestra estancia de dos días en la tercera perla del Báltico, San Petersburgo, nos dirigimos otra vez y como siempre en el autobús de Salamanca, hacia la frontera camino de Finlandia.

Retomo donde nos habíamos quedado y termino nuestra estancia en Tallín.

Eran como las dos de la tarde del martes 22 de julio cuando llegamos al hotel y nos encontramos con una habitación muy grande y curiosa, pues cuando encendíamos la luz del cuarto de baño, se ponía en marcha la Televisión. También había una ducha, como en la habitación de Estocolmo, donde no existen los tapones y el agua corre por el suelo del desagüe, así nunca se encharca.

Se me ocurre que podríamos coger lo mejor de cada pueblo para conseguir uno perfecto. Cuando visitas países distintos a los tuyos, te das cuenta que, al igual que las personas,  todos somos iguales y diferentes a la vez.

Después de descansar y ducharnos, nos fuimos a comer. Ya teníamos hambre. Por indicación de Roselín nos metimos en un restaurante que estaba muy cerca del hotel que tenía buena apariencia. Comimos blinis con jamón y caviar acompañados por una ensalada. Eran platos únicos que tenían de todo. Cuando llegaron los postres, Mariano le dice al camarero que queremos un ice-cream y al ver que no nos entendía en inglés le digo marosna ( helado en ruso). Rápidamente nos traen un helado que me comí con gran placer, olvidándome de sus calorías. ¡De algo nos sirvió el que Natacha estuviera con nosotros seis veranos!

Se van perdiendo los recuerdos en el tiempo y sigo escribiendo mientras pasamos bosques de pinos y abedules por tierras rusas.

El cielo  azul de la mañana,  nos acompaña como la música clásica que nos relaja.  Algunos se quedan dormidos.

Por la tarde en Tallin, (sigo buscando en la memoria) dimos una vuelta por la ciudad fuera del casco antiguo y enseguida vimos que las huellas de los países del Este están allí, aunque ellos no lo quieran: Las grandes avenidas con los pocos coches, los trolebuses, los espaciosos parques, la gente andando con las bolsas en la mano. Una estampa que conocemos muy bien de otras ciudades que hemos visitado y que pertenecen al extinguido comunismo. 
 Pasa el trolebús por las calles de Tallín

Después volvimos al casco antiguo, donde nos cruzamos con muchos otros turistas que subían y bajaban las calles principales. Callejeamos por unas y otras e intentamos ver alguna de las numerosas iglesias que hay en Tallin. No tuvimos suerte. Todas estaban cerradas.

Por la noche cenamos en el la habitación del hotel. Habíamos comprado comida en un supermercado grande situado cerca de donde nos hospedábamos. Roselín, nos indicó en sus instrucciones de ese día:

- No se olviden de ir provistos con avituallamiento para mañana, porque va a ser una jornada algo dura. Pasaremos mucho tiempo en el autobús que nos llevará a San Petersburgo.

Ya conté que el toque de diana fue a las seis menos cuarto y ahora retomo lo que escribí cuando me quedé en la frontera de entrada a Rusia.

Hay que pasar dos fronteras, primero salimos de Estonia. No hubo problemas. Después bajamos del autobús y esperamos unos cuántos minutos que aprovechamos para ir al lavabo y para observar la tristeza de estas fronteras grises donde todo es sigiloso y envuelto en un hálito de misterio, que te recuerdan un poco a las películas de espías y que además te hacen sentir como sospechoso no sabiendo muy bien de qué .

Volvimos obedientes al autobús y, después de muy pocos kilómetros, llegamos a la frontera rusa. La guía nos advirtió que era una frontera muy difícil, por eso era mejor que volviésemos a bajar todos del autobús, cada uno con nuestra maleta. Antes de bajar de nuestra casa con ruedas, vino un militar y se llevó nuestros pasaportes. Pasados unos minutos nos lo devolvieron. A continuación, rellenamos un papelito por duplicado, para después pasar la aduana cada uno con su equipaje, su pasaporte y su visado. Una policía rusa, rubia, joven y guapa, nos miró nuestro pasaporte y nuestra persona, todo muy serio que contrastaba con nuestra alegría de poder estar de vacaciones. En realidad fue todo muy sencillo, supongo que el mérito hay que dárselo a Roselín y algunos dólares, al menos eso es lo que se comentó en el grupo. Nuestra guía es algo inquieta, pero en estos momentos yo la noté nerviosa y cuando pasó ella, delante de mi, le dijo algo en ruso a la policía. Después Mariano me tradujo que le pidió una sonrisa. No me extraña. ¿Por qué se ponen tan serios en estos sitios?

La verdad es que cuando atraviesas estas fronteras tienes la sensación de sentir como si una losa pesada  se cerniera por encima de nuestras cabezas, porque el ambiente es tenso, muy tenso, no hay relajación por ningún lado, ni una sonrisa de distensión. Todo es austero, gris, sin una nota de alegría.



La frontera con Rusia

David, extendió su pasaporte a la policía rusa y cuando se lo devolvió le dijo: “Expasiva” (gracias ) y es que David también sabe algo de ruso.

Por fin, después de una hora ¡ y no fue mucho tiempo! ya que todo salió dentro de lo normal, respiramos tranquilos por estar en Rusia. Al cuarto de hora o así, nos vuelve a parar la policía y le hace bajar a José,  con todos sus papeles.

- Y ahora ¿qué pasa? – Nos interrogamos todos los del autobús

Ya he dicho que José es nuestro chofer, un hombre afable no muy alto, moreno, con bigote y perilla, que cuando le hacemos una pregunta siempre nos contesta muy educado” no sé, Vds. verán o cómo Vds. decidan.” 

Creo que José debe tener algo de miedo, esto lo noté mientras escribía, después, hablando con él, nos confesó que era la primera vez que iba a hacer el viaje desde Tallin a San Petersburgo ya que desde Finlandia a Rusia lo había hecho la semana pasada. No me extraña el miedo de Jose a los conductores de San Petersburgo. Son temerarios. He observado que cuando algo nos preocupa y nos da miedo solemos expresarlo en la primera conversación que encontramos, no importa que nuestros interlocutores sean extraños, quizás por eso lo hacemos más.

David que tiene los sentimientos más básicos, más libres que nosotros lo sabe expresar muy bien. Cuando algo le preocupa, lo repite y lo repite. Por eso José lo repitió más de una vez aquello de que en San Petersburgo conducían mal.

Quizás José también tuviese miedo de que le parasen y le hicieran soplar y no porque bebiera, que yo al menos no lo he visto nunca con dos copas de más, sino por el simple hecho de que te pidan que lo hagas y además esta policía rusa que impone tanto, pidiendo siempre pasaportes, visados, papeles y más papeles, como estaba pasando ahora, según mis recuerdos. No sé si otra vez los dólares o el buen hacer de José y Roselín tuvo su efecto; el caso es que se nos permitió continuar nuestro camino hacia la tercera perla del Báltico: San Petersburgo.

Tuvimos que comer en el autobús y sobre la marcha, lo cual es bastante incómodo. Como buenos compañeros de viaje nos ofrecíamos unos a los otros bocadillos, chorizo, vino o galletas con chocolate. El ambiente del grupo era amistoso y muy relajado y respirábamos un poco aliviados de haber podido pasar la frontera sin contratiempos.

Si en Tallín no se puede beber agua del grifo, en San Petersburgo, menos, así que íbamos cargados de botellas de agua por si nos hacía falta.


Natacha, nuestra guía rusa, después de estar casi dos días con nosotros, nos ha dejado porque ha llegado a su pueblo que está en medio de un bosque. Ha sido, junto con Leiss, el de Suecia, la mejor guía, amable, con grandes conocimientos, explicando bien y con una puntualidad soviética. Nos ha llevado por todo San Petersburgo y ahora que nos deja la dedicamos un gran aplauso.


Nuestra guía Natacha, nos explica 


 Sigo buscando en mi memoria para escribir nuestra estancia en San Petersburgo, porque mis recuerdos están en la entrada a esta ciudad.

Natacha ya nos estaba esperando. No recuerdo muy bien la hora de llegada a esta ciudad. Puede que fueran las tres de la tarde, hora rusa, que es una más que la de Tallin y dos más que en España. Ya en la frontera Rosalín nos hizo cambiar la hora del reloj. De estas cosas se ocupa David, ni Mariano ni yo llevamos reloj en vacaciones, tenemos esa costumbre. Así nos pasa que cuando hemos ido otras veces solos nunca sabemos que hora es, pero nos sentimos más libres. Yo sólo me pongo el reloj para dar las clases, después me lo quito y no quiero saber nada del tiempo.

Cuando llegamos a San Petersburgo, no nos llevaron al hotel. Estábamos cansados- ya escribí que nos habían levantado muy temprano, las cinco cuarenta y cinco-por decirlo de otra forma- luego los trescientos kilómetros en el autobús por esas carreteras, que aunque llanas, no son buenas y además están las dichosas fronteras. Pero era imprescindible visitar esta ciudad. Estaba programado así.

Primero paramos en la Iglesia Catedral de San Isaac. Es una iglesia con columna de mármol y cúpula dorada. La primera mirada fue un poco desilusión. ¿Dónde estaba la ciudad espectacular de la que tanto nos habían hablado? Hicimos una pequeña parada y después el autobús con matricula de Salamanca empezó a recorrer calles con puentes, canales, palacios y más palacios pintados en diferentes colores y entonces si, entonces empezamos a sorprendernos.

Natacha nos contaba cómo hacía trescientos años, en concreto en el 1703, el zar Pedro I El Grande,   fundó esta ciudad, sobre las tierras musgosas y pantanosas de un gran río, El Neva, el que ahora veíamos. Nos habló de la prolongada Guerra del Norte contra los suecos y cómo este monarca, construyó la fortaleza de Pedro y Pablo, el embrión de la ciudad.

Bajamos del autobús para ver las vistas sobre el río Neva . Habíamos llegado a la Isla Vasilievsky . El delta del río abre sus brazos y se transforma en el pequeño Neva y el Gran Neva . Un amplio y hermoso jardín con una columna de color naranja llena de elementos decorativos en hierro y piedra, nos estaban esperando. Después vimos más de estas columnas llamadas rostrales.

Enfrente se encontraba el Palacio de Invierno, donde  el cielo estaba algo nublado e incluso comenzó a llover un poco. El agua del río también era gris, pero la vista era especial, magnifica. De esas que se quedan grabadas en la memoria para siempre y a las que las fotografías no suelen hacer justicia. La parada fue rápida, como un primer bocado de una comida muy apetitosa que va a venir después. Ya no nos acordábamos ni del cansancio, ni de las fronteras, ni del viaje por las carreteras sin asfalto. Disfrutábamos de la belleza, eso era todo.


Vista del Palacio de Invierno

La Venecia grande, o la Venecia del Norte- nos hablaba Natacha desde su micrófono a aquel grupo de españoles que habíamos viajado desde tan lejos para admirar esta ciudad con 1400 Kms de superficie y cerca de cinco millones de habitantes

Primera sorpresa para mí. No sé por qué la imaginaba más pequeña. Alguien me dijo que tenía menos extensión que Moscú y por eso pensé que se podía recorrer fácilmente. Nada más erróneo. Circulábamos por las calles grandes, largas y espaciosas rodeadas de bellos edificios recién restaurados. La Avenida Neski, es la calle más famosa y transitada. Hombres, mujeres, niños, coches, trolebuses, autobuses, tranvías, todos pasaban por ella.

-Allí a lo lejos, esa aguja dorada que sobresale es la del edificio del Almirantazgo, del arquitecto Korovov- Indicaba Natacha.

José seguía torciendo por calles y anchas avenidas y veíamos grandes estatuas.

- Ahora llegamos a la plaza de los Decembristas, con el monumento a Pedro el Grande. Ell río Neva otra vez, que nunca nos deja y al otro lado la Academia de las Ciencia o la Kunskammer. Más a lo lejos podemos divisar la famosa fortaleza de Pedro y Pablo. Su aguja alta y chapada en oro es inconfundible. Se puede ver desde distintos lugares de la ciudad.

Hicimos otra parada. No recuerdo si antes o después de pasar por los lugares que he mencionado arriba, porque mi mente confunde algunas cosas, ya que era tal la cantidad de información y belleza la que se iba acumulando que me he perdido en procesarla.

De lo que si estoy segura, es de que bajamos o subimos ( no lo sé y además esto es muy discutible según quien lo cuente) por una calle a la orilla de un canal y así casi por sorpresa,  nos saludó una catedral ortodoxa con su cúpulas de colores.

-Es la Catedral de la Resurrección de Cristo o San Salvador sobre la Sangre Derramada. – Informó Natacha.

El nombre nos llamó la atención -parece ser que un terrorista en este lugar hirió de muerte al zar Alejandro II- como  también  nos quedamos embelesados  con el propio edificio el resto del grupo. Es verdad que es muy vistosa, llena de colorido. Siento decirlo, pero a mi no me dejó perpleja con su belleza. Quedé tan sobrecogida por la Catedral de San Basilio en Moscú, que a ésta otra catedral, que además es más grande y más moderna y posiblemente con más cúpulas, no la encontré con la magia especial que tenía la de la Plaza Roja. Mi amiga María Ángeles P.I  que estuvo aquí en la primavera pasada, me dijo que ésta la gustaba más que la de San Basilio de Moscú. No, no estoy de acuerdo.

Subimos al autobús y allí Roselín nos anunció que no teníamos tiempo de volver al hotel.

-Está programado el hacer una excursión libre para hacer un pequeño crucero por las aguas de San Petersburgo. Ya saben que quiénes quieran ir, me lo dicen.

En esta ocasión se apuntó todo el grupo.

Mientras, Natacha nos seguía explicando desde el autobús, la historia de los edificios que divisábamos a través de las ventanillas, hasta llegar al embarcadero donde un barco estaba preparado para nosotros. Poco tiempo después, comenzamos plácidamente a navegar.


Disfrutando en el barco


Natacha seguía explicando cómo los ríos se unen y pasan por los canales para llegar al mar. El porqué de de los nombres el porqué de los palacios y mientras nuestra vista iba y venía.


                      Palacios sobre el agua               


-Aquél en azul es la Universidad, ese otro, amarillo, el último apartamento de Alejandro Pushkin, el gran poeta ruso, la Catedral de San Nicolás del Mar


Palacios y Catedral

Los teatros, los palacios, las academias se sucedían en una sinfonía formada por piedra y color y si un edificio era bonito, el otro más y así más y más y más. A todo esto, pasábamos por debajo de los puentes de hierro, como antes habíamos pasado por encima. “El puente del Palacio” “El de la Trinidad” el del Teniente Schmidt” . Puentes que abrían sus puertas al paso de los barcos con su filigrana de hierros que me recordaban a la Torre Eiffel. Me gustó cuando pasamos por el Arco de la Nueva Holanda, tan romántico y especial.


                                     Puente de hierro sobre el agua


Mariano hacía fotos y fotos para poder seguir recordando porque era imposible almacenar todo eso en la memoria. David y yo sentados en el barco mirábamos y admirábamos. El resto del grupo sacaba vídeos, fotos. Había algunos, como la pareja que venía de Islandia, que él hacía las fotos y ella la cámara de vídeo. No me extraña. Por supuesto yo no podía escribir. Me hubiese gustado, pero si escribía me perdía la belleza y la sensaciones que el entorno me estaba dejando.

Ahora mientras lo recuerdo y lo escribo, siento que la serenidad y la armonía se estaban apoderando de mi y que una parte ínfima de los tres siglos o menos de belleza acumulada podía rozarla en aquellos instantes.


 Otro palacio más


Es verdad que los poderosos hacen cosas impresentables y que dañan a la humanidad como lo habían hecho aquél Pedro El Grande, Catalina La Grande o los Zares Nicolás I y Nicolás II , oprimiendo al pueblo y no tratando a su súbitos como personas que eran , y sin querer exculparlos, he de decir que el ser capaces de contratar a los mejores arquitectos, escultores, pintores, y artistas en general, para hacer de esta ciudad un lugar tan lleno de esplendor que perdura en el tiempo y que ahora, las generaciones futuras podemos admirar, es verdad que en esto, tengo que darles las gracias.

La llamada San Petersburgo desde su fundación hasta la Gran Guerra del 14, la luego convertida en Petrogrado para hacer más ruso su nombre, la Leningrado del comunismo y la vuelta otra vez al San Petersburgo actual, nos estaba dejando atónitos, atrapados y encantados a todos, en el paseo inolvidable en barco


En la calle, cerca del hotel de San Petersburgo

Por fin llegamos al hotel. Teníamos sólo diez minutos para cambiarnos, porque la cena nos esperaba en el buffe libre. Estábamos alojados en el hotel más grande de la ciudad con cuatro mil habitaciones. Dejamos el pasaporte en recepción y hoy, dos días después, nos lo han devuelto cuando hemos salido para Finlandia.

Subimos al piso trece. Todos residíamos en ese piso porque a estas alturas de la semana, ya el grupo nos vamos conociendo, sabemos más o menos quiénes somos, de donde venimos y adónde vamos o mejor a dónde nos llevan, pues nuestro destino es el mismo.

Los catalanes, el vasco, las que hablan en tagalo que son de la embajada y tienen acento argentino cuando hablan en español, vienen de Copenhague y se unieron en Estocolmo. Los de Segovia, Los navarros, los cuatro de Madrid y nosotros vinimos desde España hasta Estocolmo. Los cuatro jóvenes que son de Madrid, vienen de Islandia y el resto a no ser que me equivoque vienen de Noruega. Ahora vamos todos hacia Helsinki.

En el camino nos hemos encontrado a otros que hacen el recorrido al revés. Los hay que lo han hecho un día antes. Los hay que van hacía Moscú.

En fin, el hotel era un hervidero de gente, sobre todo de extranjeros. Un hotel de lujo y con habitaciones muy confortables. La nuestra era la 13130. A los de Salamanca como también son tres, les pusieron una cama supletoria como a nosotros. Lo hemos estado comentando. El resto, lo he indicado en otra ocasión, son parejas que van en grupos de dos, de cuatro o de seis, viajan solos el de Bilbao y Antonio que no sé de donde viene e

Esto es un grupo y poco a poco la dinámica del mismo va funcionando. Nosotros seguimos la amistad con Fermín y Silvia de Pamplona. También hablamos a veces, con los que vienen de Islandia y saludamos a los portugueses y al resto. A Elvira y a su compañero, nos los hemos encontrado dando vueltas, por la ciudad. Hemos charlado un poquito con ellos. Con Fernando, el de Bilbao, hablamos poco con él y él habla menos con nosotros. Me llama la atención el que haya estado en solo en China. Quizás sea porque es un país que me gustaría visitar pero al que posiblemente no vaya.

Continuaremos  un día más en San Petersburgo.......




jueves, 5 de marzo de 2020

ESTANCIA EN TALLIN




                                                Campo de las Canciones en Tallin


Día 23 de junio de 2003, miércoles


Escribo en el autobús que nos lleva camino de San Petersburgo después de pasar un día y una noche en Tallin.

Estamos saliendo de Estonia y vamos por una carretera recta. Cuando veo las flores amarillas junto a otras blancas, pienso que bien podría ser cualquier campo de España en primavera. Observo como las vacas pastan en estas tierras llanas y verdes. Se suceden campos de patatas. Jose intenta sortear los remiendos y agujeros que tiene la carretera.

Se escucha una ópera muy conocida de Pucchini. Ahora no recuerdo su título. La música poco a poco va dejando dormidos a los habitantes de esta casa con ruedas. Nos hemos levantado de madrugada.

Pucchini no ha conseguido dormirme. He leído parte del libro que compré ayer donde explica la ciudad de Tallin. No conocía nada de esta capital. Me gusta ver los sitios y luego profundizar más sobre lo que he visto. Me pasa lo mismo con una exposición de pintura o con los prólogos de los libros. Prefiero mirar o leer y después documentarme. A veces coincide mi impresión con el prologuista o con el crítico de arte y otras no. Es verdad que luego al tener más datos, lo voy apreciando mejor en el recuerdo. No quiero saber nada antes, porque pienso que me predispone y lo que me gusta es que me sorprendan.

Nos han despertado a las seis menos cuarto, hora de aquí. En España es una hora menos. Cuando hemos llevado las maletas a recepción, a eso de las seis y veinte, hemos notado que había una ambulancia en la puerta del hotel y los del grupo estaban algo inquietos. Es entonces cuando nos hemos enterado de cómo un señor del grupo, creo que era por su aspecto, peinaba canas, el de más edad, se ha puesto enfermo hacia las cuatro de la madrugada. Ha venido el médico y al no mejorar se lo han llevado al hospital por lo que se han tenido que quedar e Tallin. Nosotros, sólo lo conocíamos de vista. Ayer por la noche, a eso de las nueve, nos cruzamos con él y su acompañante, una chica rubia más joven, e intercambiamos unos saludos. De lo que pasó después, prácticamente nos acabamos de enterar. El autobús de Salamanca desde hoy llevará cuarenta y ocho personas en vez de la cincuenta de días pasados.

Bosques y más bosques mientras escribo y pienso en el día de ayer.

Recuerdo como al bajar del barco pasamos la aduana sueca y estona. Nos pareció aburrido y cansado a la mayoría de los que viajamos por Europa, esto de las aduanas y lo de la moneda. De todas formas, no fue demasiado complicado.

Como siempre, el autobús de Salamanca, nos estaba esperando para llevarnos a conocer la segunda Perla del Báltico.

¿Qué cómo es Tallin?

Tallín es una pequeña y bonita ciudad medieval a medio camino entre lo soviético, por sus grandes y amplias avenidas, sus tranvías, los pocos coches, el andar de la gente por la calle y lo nórdico: el verdor de sus bosques y jardines, la tranquilidad de sus habitantes.

El guía Archon, un chaval de veintidós años, rubio, no muy alto y con un mechón de pelo que le cae sobre la frente, inquieto, nervioso y entusiasta, nos explicaba la ciudad en perfecto castellano. Después supimos que era autodidacta en esto de aprender nuestra lengua. Él solo con un par de libros y supongo que con constancia, trabajo e inteligencia, es capaz de hablar y hablar horas en castellano a la velocidad que caminaban sus pies, que era mucha.

La primera parada que hizo el autobús fue en el Campo de las Canciones. Allí Archón nos habló de cómo se liberaron de la presión de los soviéticos por medio de las canciones.

-Se reunieron en esta gran explanada muchos hombres y mujeres. Mientras los políticos negociaban, ellos entonaban canciones durante el día y la noche. Por eso la llamaron “La Revolución Cantante”.

Me pareció algo realmente bonito y además sonaba muy bien.

  • A los estonios siempre les ha gustado cantar- Sigue con entusiasmo Archón.- En el año 1960, se construyó en este amplio lugar, una concha acústica en un gran anfiteatro. Desde el siglo XIX, se vienen celebrando festivales cada cinco años y se reúnen miles de cantantes de coros, ataviados con sus trajes típicos que deleitan con sus canciones a miles de espectadores.
Las vistas del mar y la ciudad desde este sitio, ya nos anunciaban la belleza de lo que
íbamos a encontrar después. 

Archón también nos explicó que Estonia estuvo dominada por vikingos, daneses alemanes, suecos y rusos. Quizás por eso, los estones tienen un gran sentido de la independencia. A lo largo de su historia, siempre intentaron liberarse de los pueblos que les fueron ocupando.

En el año 1710 el zar Pedro el Grande, conquista la ciudad de Tallin y toda Estonia se encuentra bajo el dominio de los zares, hasta el año 1917, fecha de la Revolución Rusa. Es en este año cuando el país consigue su autonomía. El 2 de febrero de 1920 la Unión Soviética le concede la Independencia por el Tratado de Tartú. 

Si seguimos con la historia, en 1940 por el tratado germano-soviético (ya se sabe los pactos de Hitler y Stalin) Estonia queda anexionada a Rusia y del 1941 al 1944 los alemanes ocupan el país, hasta que en este último año, Estonia vuelve a formar parte de Rusia y se convierte en una República Socialista Soviética. 

En 1989 cae el muro de Berlín.  Gorvachov, está en el poder y se organiza “El Camino Báltico”, la cadena humana que iba desde Tallin a Riga y Vilnius. Los tres Países Bálticos quedaron unidos pidiendo su independencia. El 21 de agosto de 1991, se reconoce oficialmente la independencia de Estonia y de sus hermanos Letonia y Lituania. Rusia no lo hizo hasta el cuatro de septiembre de ese mismo año.

Se nota que Archón en sus explicaciones,  es muy independentista y no quiere oír hablar de los soviéticos. Sin embargo, por lo que nosotros pudimos comprobar, la mayoría habla el ruso, y es que tantos años de ocupación, no se puede quitar con solo desearlo, ya que los restos de la Unión Soviética son muy patentes.

Seguimos sentados en el autobús de Salamanca, pasando pueblos con casas de madera muy similares a las nórdicas, pero con menos pinturas y más viejas. Atrás ha quedado una ciudad con los famosos bloques prefabricados de hormigón y ladrillo, típicos del estilo comunista. Todos igualitos. En Madrid los he visto en el barrio de San Cristobal de los Ángeles. Cuando voy por se barrio, me los recuerda mucho y ahora que los veo aquí, me recuerdan a los de allí.

La carretera apenas tiene circulación y le falta alquitrán, por eso me es muy difícil escribir. .

Archón nos hacía chistes de lo que contaba y nos hablaba de su idioma estonés :

-Una boda se dice (impronunciable para mi) y esa misma forma indica en su final problema.

Todos reímos al entender como relaciona las palabras boda y problema.

-Nuestro idioma no tiene ni masculino ni femenino- Nos sigue hablando Archón- tampoco tiene futuro, y la mayoría de sus préstamos vienen del alemán. Se escribe con el alfabeto latino, no con el cirílico como los rusos, por eso no tiene nada que ver con este idioma, por el contrario, sí es algo más parecido al finlandés.

Otra vez su orgullo de ser estonés, es muy evidente.

Tallin está dividida en dos partes: La Ciudad Alta, (donde ahora se encuentran mis recuerdos,) tiene una leyenda del rey Kalev, que fue el héroe y señor de toda Estonia. Al morir, su viuda Linda, le lloró durante un tiempo. Después cargó piedras y las llevó donde se encontraba su tumba para que así la viesen todos y honrasen su memoria. De esta forma se constituyó una montaña de piedras que es Toompea, el nombre de esta parte de Tallin que se sitúa en lo alto y donde el autobús nos dejó con Archón hablando y recorriendo la ciudad.

Vimos la Catedral Ortodoxa de Alejandro Neski con sus cúpulas doradas y redondas. Los mosaicos de colores de la entrada, son considerados obras maestras. Tiene once campanas y una de ellas pesa quince toneladas. Pasamos a visitarla por dentro. Es, como la mayoría de este tipo de catedrales, recargada, dorada y lujosa.


Catedral Ortodoxa de Tallin

Alguien pregunta:

-¿Por qué no hay bancos en estas catedrales ortodoxas?

- Se supone que los feligreses están en el camino a su salvación y no pueden descansar- Contesta muy atento Archón.- Es una construcción moderna. La edificaron los rusos en el siglo XIX .

En frente, el palacio de Toompea y sede del Parlamento. Miramos su fachada principal donde se encuentra el escudo de la República Estona. Tres leones azules, con rasgos de leopardo, destacan sobre un fondo de oro. Es un palacio de estilo neoclásico con ornamentos barrocos.

-Este palacio- Sigue entusiasmado Archón- está construido sobre la base de un antiguo castillo al que sólo le quedan dos torres. Observen como en la llamada de “Germán el Largo”, la que se ve allí, ondea la bandera del país con los colores azul, negro y blanco.

Seguimos andando por las calles de esta ciudad alta y nuestro guía nos acerca a un mirador. Unos músicos ambulantes, al ver pasar a Archón, nos saludan en castellano y comienzan a tocar el pasodoble “Que viva España”.


La Torre de San Olav

Desde el mirador se ve toda la Ciudad Baja medieval y las torres que sobresalen de entre los tejados rojos de las casas de piedra.

-La más alta de las torres, es la del campanario de la iglesia de San Olav , que en los siglos XV al XVII fue la más alta del mundo, con 159 metros, desde el suelo hasta la cresta dorada del gallo. A lo largo de su historia, ha tenido varios incendios provocados por los rayos. Después del último, en 1820, la torre “sólo” mide 123.7 metros ¿Sigue siendo alta verdad? -Nos interroga Archón muy orgulloso.

Desde lo alto, continuamos viendo torres y edificios.

-Allí abajo- nos señala nuestro joven guía- se encuentra el Ayuntamiento

Seguimos la vista para ver un edificio de piedra que destaca majestuoso en una bonita plaza medieval rodeada de bellas y cuidadas casas.

- Aquella torre puntiaguda es la de la Catedral Luterana. La de su derecha corresponde a la Iglesia de San Nicolás. Los nombres de las torres de las murallas son muy sugerentes: “Margarita la Gorda, Mira a la cocina, la de la Cabra, la de la Doncella, las torres de la Monja”. – Nos sigue señalando Archón en su recorrido desde lo alto.


La Ciudad Baja vista desde el mirador de la Ciudad Alta

Dejamos el mirador y después de una breve parada para comprar el ámbar típico del Báltico, empezamos a caminar cuesta abajo hacia la Ciudad Baja.

A mitad de camino nos encontramos con la Catedral Evangélica Luterana de Estonia. Nuestro guía se detiene en la puerta y nos cuenta la leyenda de Otton Johann Thuve, un hombre tan mujeriego como nuestro Don Juan. Antes de morir, arrepentido de sus pecados, pidió ser enterrado a la entrada de la iglesia. De esa forma todos los feligreses pasaríamos por encima de su tumba y así contribuíamos a redimir sus pecados. Nada más fácil. Pisamos la tumba y entramos.

Ya dentro de la iglesia, Archón nos refiere, con su entusiasmo de siempre, cómo en el siglo XVII Toompea sufrió un incendio y esta catedral se vio afectada en el interior, pues era y es de madera. El maestro ebanista Ackerman se encargó de restaurarla.

Lo que más nos llamó la atención y Archón se encargó de ello, fue la gran colección de escudos con epitafio, un total de 107, y árboles genealógicos de madera policromada. También hizo que nos fijásemos en los sarcófagos de piedra.

-Este pertenece al almirante ruso Samuel Greigh. Fue encargado a Italia por Catalina II. Se encuentra enterrado aquí porque fue su amante. Eso es lo que dicen los libros, pero yo tengo mi propia teoría y dudo que el cuerpo que está aquí enterrado sea de este hombre. Y me hago esta pregunta ¿Con la cantidad de amantes que tuvo la emperatriz rusa Catalina, por qué iba ser precisamente él el enterrado aquí?

  • Quizás fuera una de los más importantes- Me atrevo a sugerir.
  • No. No lo creo- Sigue negando y dudando Archón.-En cualquier caso pueden ver que aún quedan muchos escudos por poner. Así que tendrán que volver a visitar Estonia dentro de dos años para mirar si están todos colocados o no.
Archón es así. Siempre desea que nuestra visita sea fácil y alegre.


Flores azules siguen a las amarillas y llegamos a otra ciudad.

-¿Cómo se llamará esta ciudad?

- Mamá se llama Narva, me dice David que ya se ha despertado.

Observo como la gente anda por la calle con sus bolsas y también hay carriles de bicicletas. De vez en cuando pasa una. Circulan pocos coches, la mayoría viejos.

Llegamos al primer control de frontera. No se olvide que estamos dejando Estonia para entrar en territorio ruso, pues nuestro destino es San Petersburgo.

Como ahora estamos parados, puedo escribir mejor.

Tomo mis recuerdos para seguir visitando la ciudad de Tallin. Seguimos en la bajada por la Calle de la Pierna Larga y la Calle de la Pierna Corta pasando por sus dos puertas con el mismo nombre. Realmente te encuentras como si estuvieras un poco en la Edad Media por las calles empedradas, las torres y las murallas.


Entrada al casco antiguo de Tallin por la calle de la Pierna Corta

Tomo mis recuerdos para seguir visitando la ciudad de Tallin. Seguimos en la bajada por la Calle de la Pierna Larga y la Calle de la Pierna Corta pasando por sus dos puertas con el mismo nombre. Realmente te encuentras como si estuvieras un poco en la Edad Media por las calles empedradas, las torres y las murallas.
 
La plaza del Ayuntamiento es bonita, acogedora y llena de turistas. Destaca la fachada del propio edificio de la Casa Consistorial, de piedra caliza en estilo gótico tardío y del que sobresalen dos gárgolas de cobre en forma de cabeza de dragón. También se conserva un grillete de hierro llamado “Poste de los Escarmientos” y más tarde “Poste de las Torturas” (El nombre lo dice todo) Del edificio sobresale una torre con una veleta de cobre que llaman “El Viejo Tomás” símbolo de la ciudad. También llama la atención en esta plaza donde se celebran con frecuencia festivales y acontecimientos medievales, La Farmacia Municipal.
  • Esta Farmacia es la más antigua de Europa- Nos informa nuestro rubio guía- Del año 1422.
No me atrevo a decirle que eso mismo me han dicho de la Farmacia de Livia en LLeida , de la de Soller en Mallorca y de la de Peñaranda de Duero en Burgos. Los buenos investigadores sabrán cuál es en realidad la farmacia que lleva más años construida. No sé el porqué, pero hay leyendas y tópicos que se repiten en diversa partes del mundo.

Es Tallin una de las ciudades que más leyendas tiene y Archón es gran aficionado a ellas

- Cerca de esta Farmacia del Ayuntamiento hay dos piedras en forma de L. Representan una media cruz. Esto fue debido a que a finales del siglo XVII, en este lugar, se decapitó a un cura que a su vez había matado con un hacha a una sirvienta y parece ser que fue la única ejecución pública que se efectuó en esta plaza de reunión de ciudadanos y de mercado, tanto en épocas pasadas como en las actuales.


La Plaza del Ayuntamiento

Al terminar la visita a la ciudad se ha acercado Roselin y nos ha indicado que en una tienda se puede comprar productos cosméticos. Como no soy muy coqueta y además estamos cansados, preferimos irnos hasta el hotel.

Antes de despedirse de nosotros, Archón nos ha contado un chiste sobre el tiempo en Estonia, pues parece que hemos pillado el único día de verano que hay en ese país. 

-En Estonia las estaciones son: invierno, invierno, invierno y un día de verano. Por eso el estonés coge siempre el paraguas cuando sale de su casa,  porque seguro que en un algún momento del día,  lo tiene que utilizar, ya que llueve, escampa y luego vuelve a llover. Hoy ha sido una excepción. Debe ser nuestro día de verano. No es de extrañar, ya que Vds. como españoles,  nos han traído su famoso sol.

Espero que la visita haya sido agradable y no olviden que tienen que volver dentro de dos años para contar los escudos. ¡Que sigan teniendo buen viaje!







jueves, 27 de febrero de 2020

DE CAMINO A TALLIN


Una de las miles de islas 

Estamos en un gran barco y sólo falta una hora para llegar a Tallin. Hay niebla y el agua contaminada, huele a petróleo de los petroleros del Mar Báltico. Hemos visto a las 8 de la mañana una costa -Mariano dice que es Letonia-. Recuerdo cuando estuve en este país donde vi, por primera vez, la playa nevada.


Ahora son las nueve de la mañana y andamos por la cubierta del barco. El autobús viaja con nosotros y lleva nuestras maletas, abajo, en la bodega. Hace algo de aire fresco y apenas hay telarañas de nubes en el cielo.

El color del agua del mar, en estos momentos, es gris, muy gris, demasiado gris y no es transparente, sino pastosa.

He sacado mi cuaderno del bolso para recordar y escribir:

22 de julio de 2003, martes 

La salida de Estocolmo en barco fue bella y espectacular. El agua limpia, azul e inmensurable. Le acompañaba un cielo del mismo color. Las islas se sucedían y sucedían a uno y otro lado. La mayoría de ellas estaban habitadas. Las había tan pequeñas que algunas no tenían casa y en otras había una, dos o tres, con sus tejados típicos de color amarillo, rojo y hasta verde. Una barca en el pequeño embarcadero, me hacía imaginar cómo irían los vecinos de una isla a otra. Las había incluso, que entre ellas, se colaba un pequeño islote. Dicen que en ese archipiélago hay unas veinticinco mil islas. Por supuesto sólo vimos las que podía alcanzar nuestra vista desde el barco. Sentía una gran atracción por este paisaje, porque una isla me recuerda la soledad y la soledad es algo que me seduce, sobre todo cuando la busco. En cualquier caso alguien me contó que los estolcomenses vienen hasta estos islotes en busca de calma y paz. Estoy segura que lo encuentran.


El barco se deslizaba en el agua pasando islas o soledades que nosotros admirábamos extasiados.

Los momentos felices son efímeros, por eso, aquellas horas y aquél paisaje que tanto me había emocionado, me pareció muy corto. El salir del embrujo, me producía sentimientos similares a los que tengo cuando las personas o cosas que un día tuvieron hondo significado para mí, se alejan, o, se pierden para siempre.

A eso de los 8 de la tarde del día 21, nos reunimos todos con la guía en uno de los pisos del barco. Sólo faltaban los portugueses, una pareja de unos treinta y tantos o cuarenta años, que andaban un poco despistados y a los que apenas conocía. Entre ellos hablaban en portugués, y con el grupo en español. Fernando, el vasco, viajaba sólo y tampoco aparecía.

Pasamos al comedor y nos fueron asignando las mesas. Como éramos tres, nos pusieron a otros tres de compañeros. Se acercaron los navarros Silvia y Fermín, con quienes habíamos hecho algún intento de comunicación y también el de Bilbao que en poco tiempo me di cuenta de su individualismo y corrección.

Un tal Luis, hombre alto, grueso y extrovertido, se acercó a nuestra mesa:
  • Perdona, he oído que te apellidas Del Olmo
  • Si. Es mi primer apellido ¿Por qué?
  • Luego si quieres hablamos. Yo también me apellido Del Olmo, pero en cuarto lugar.
  • ¿Dónde vives?
  • En Madrid. Mejor hablamos cuanto hayamos terminado de cenar.
  • De acuerdo. Hasta luego.

  • La cena fue muy agradable en cuanto a comida y conversación. Sacamos el tema de la Asamblea de Madrid. Así fue como en el comedor de un gran barco navegando por un mar muy alejado a nuestro entorno habitual, dos navarros, un vasco, dos de Madrid y una de Burgos, hablamos del “culebrón” del verano, es decir de lo que había pasado en la Asamblea de Madrid con los transfugas, de Tony Blair, y George Bush, de Azanr, de Zapatero… de la actualidad. Lo que hacen los medios de comunicación, y es que al final, las cosas cotidianas las echamos en falta y por eso aprovechamos la primer ocasión para retomarlas.

    En un momento determinado comenté:

    • Me he lavado los dientes y para enjuagarlos he utilizado el agua del grifo.

    • Pues seguro que enfermas- Ironizó Fermín

    • Es que no tengo embotellada. Cogí en Estocolmo una botella pequeña del grifo y no quiero gastarla. Supongo que aquí, en el barco venderán ¿no?

    • Nosotros también necesitamos comprarla. Luego buscamos en el supermercado- Comentó Silvia

    • Sí. Seguro que en el supermercado la encontráis- Nos aseguró Fernando que en esto de los viajes está más puesto.

    • Hace ya unos cuantos años, alguien me dijo que el agua sería un bien escaso y que lo tendríamos que comprar. Pensé que estaba loco  y ahora estoy aquí o estamos aquí muy preocupados porque necesitamos comprar agua. Lo que cambia el mundo- Dije sorprendida

    • Es que el agua de Estonia, es buena para ellos que están acostumbrados, pero no para nosotros- informó Fermín

    • Pues en San Petersbugo si que tendremos que comprar agua, porque allí debe estar menos depurada todavía- apostilló Mariano.

    • No os preocupéis por el agua que ahora venden botellas en todas las partes y más en los lugares turísticos donde vamos- Nos tranquilizó la experiencia de Fernando.

    • Mamá, ¿Es qué no voy a poder beber agua?- Se preocupaba David

      • No David. Ya la compraremos.

      Seguimos hablando y degustando los platos de pollo, carne de ternera, verduras y los sabrosos postres que podíamos coger en el buffet libre del barco, no sin antes, sobre todo al principio, soportar una gran cola. Como estábamos de vacaciones, el ambiente era agradable y no nos importaba gran cosa.

      Al terminar de cenar, intentamos comprar el agua en el supermercado del barco, pero estaba cerrado. Abrían a las ocho del día siguiente. Así que esta mañana, lo primero que hemos hecho, nada más levantarnos, comprar un por de botellas grandes por si acaso.

      Acaba de pasar el de Salamanca, sé que es de allí, va también, como nosotros en trío, pues le acompañan su mujer y su hija. Digo que sé que es de allí, porque Jose, el chofer, también lo es y les he oído hablar de alguien que conocían del mismo pueblo. Otra vez la cotidianidad, curiosidad y cotilleo estés donde estés.

      El barco es grande, tiene discoteca y sala de fiestas. Anoche David y yo vimos a unas bailarinas como intentaban seducirnos con sus movimientos. Mariano prefirió dormir, aunque no lo consiguió pues hacía bastante calor en nuestro camarote ciego, como el de los demás, sin una ventana.¡Para una vez que Mariano puede dormir sin nada de luz! hay un gran ruido de motores. La vida es así, cuando piensas que has resuelto un problema, te sale otro, por otro lado.