miércoles, 29 de enero de 2020

ESTOCOLMO


Sala de Conciertos, donde Camilo José Cela, entre otros, recibió el Premio Nobel de Literatura 


Ya en el aeropuerto de Arlanda, en la capital sueca, no sabíamos quién nos podía esperar. Imaginábamos que alguien sujetaría un cartel con las letras de nuestra agencia. Efectivamente un hombre alto y delgado con cara de despiste, soportaba las letras que en seguida identificamos. Nos acercamos a preguntar. Resultó no ser el guía. Era un viajero más e igual de desorientado que nosotros que venia desde Madrid. Una chica morena le había dicho:

-Toma. Sujeta esto.

Él obedeció.

Preguntamos por Ana, como nos habían indicado en Barajas, para entregarle un sobre que le traíamos desde Madrid. Otra chica, que no era la Ana que buscábamos, nos pidió nuestros nombres y recogió el sobre, asegurándonos que todo estaba correcto.

Poco a poco se fue reuniendo el grupo y nos llevó hasta un autobús que resultó ser con matrícula de Salamanca.

En el autocar se presentó nuestra guía, Roselín, una malagueña morena y alegre. También conocimos a José, nuestro chofer.

Roselín nos fue explicando, mientras recorríamos los 50 Kms que hay desde al aeropuerto hasta la capital, algo de la ciudad de Estocolmo y nos hizo sus recomendaciones para hacernos más grata la estancia en este país.

-No tengan ningún problema en beber agua del grifo. Es potable y muy buena. Lo que está prohibido es el fumar en el hotel

-¿Cómo qué no se puede fumar? – preguntó algún empedernido fumador.

-Sí. En el hotel no se puede fumar en las habitaciones y sólo a partir de las tres de la tarde,  habilitan  una sala para ello.

- Pero si fumas en el váter de la habitación no te ven. – Esta vez era una voz femenina.

- Lo tienen todo controlado y se dan cuentan. Yo he intentado hacer trampas y me han pillado. Les digo que no fumen en las habitaciones- Insistía Roselín

Como no soy fumadora, ese problema, no me preocupaba en absoluto. Después comprendí que para algunas personas como Elvira (más tarde supe que se llamaba Elvira) era de vital importancia. Ya en la recepción del hotel, ella me miró un poco nerviosa. Lo que sí comprendí que aquí, en Suecia, eso de fumar como lo de beber, estaba un poco duro.

La malagueña Roselín, se preocupaba de nuestra seguridad y economía y nos indicaba cómo debíamos comer en esta ciudad nórdica. Después comprendimos el porqué.

Lo del agua también era importante, no siempre íbamos a poder beber agua del grifo en nuestros itinerarios de  viajes por las Perlas del Báltico.

-No se olviden de llevar siempre el pasaporte con Vds. Conviene que no descuiden los bolsos. No es una ciudad muy insegura, pero es mejor prevenir.

-Los países nórdicos son caros. Así que tenga cuidado cuando se meten en un restaurante. La comida de cualquier puesto de la calle o tiendas,  no tiene ningún tipo de problemas. Hay unos controles alimentarios muy rigurosos.

En fin, parecía que tenía experiencia y nos ponía sobre aviso. Roselín destacaba por ser eficiente y práctica.

-Ahora, suban a las habitaciones que les hemos asignados y no se olviden de mirar la nota que les pondré aquí, en la planta cuarta, a la orilla del ascensor. Esta tarde tienen tiempo libre. Mañana nos volvemos a ver en el hall de la entrada. El autobús nos estará esperando y dedicaremos toda la mañana para ver la ciudad. Nos acompañará un guía sueco. La televisión es la encargada de despertarles. Cada uno puede organizar su tiempo como quiera. Les aconsejo, por la hora, coger un barco para tener una primera mirada de la ciudad. Les llevará a las diferentes islas.

Roselín volvió a repetir las instrucciones un par de veces más, quizás porque podía ver en nuestras caras el despiste, o porque no siempre ella,  era lo suficiente clara en sus explicaciones. Para despedirnos dijo:

- Bienvenidos. Espero que lo pasen muy bien y hasta mañana. No olviden mirar la nota.-Insistió.

Estábamos empezando a comprender que nosotros no íbamos a tomar las grandes decisiones de nuestro itinerario, porque esas estaban ya tomadas y programadas. Al ser nuestra primera vez en viaje organizado, pensamos que lo mejor era dejarse llevar y confiar en los expertos.

La habitación del hotel bien. La mayoría subió al piso quinto. Nosotros nos quedamos en el cuarto, donde se encontraba el comedor para el desayuno del día siguiente

Como estamos acostumbrados a ir a nuestro libre albedrío, decidimos no tomar el barco y comenzamos a callejear.

Lo primero que vimos fue la Sala de Conciertos donde Cela recogió el Nobel. Era un edificio azul con columnas blancas que se encontraba situados muy cerca del hotel. Un pequeño mercadillo ocupaba la plaza de detrás del edificio. Sobresale en esta plaza, una estatua de metal negro, grande y desnuda como queriendo escapar de entre varías mujeres. Nos contaron, ahora no recuerdo quién, la historia de este personaje de la mitología y su esposa, la ninfa Eurídice, su muerte, posterior rescate y la nueva y definitiva pérdida de Eurídice, por ser incapaz Orfeo de no mirarla antes de salir del reino de los muertos. Su nuevo intento y retirada a Tracia, donde las mujeres pretendieron consolarlo. Al no conseguirlo, en las fiestas de Baco, estas mujeres, apagaron su voz, le atacaron furiosas y destrozaron su cuerpo.

Después de esta breve visita, encaminamos nuestros pasos hacia la calle peatonal. Más tarde supimos que Estocolmo es una ciudad formada por 14 islas,  que se van uniendo por puentes que nosotros pasábamos en nuestro caminar, cruzándolas sin, a veces, darnos cuenta. Cuando la construyeron allá por el año 1252, la llamaron: “Staden mellan broarna, es decir, la ciudad entre puentes.

Nos paramos en el lugar en que se unen el mar Báltico y el Lago Mälar, justo enfrente del Ayuntamiento. No recuerdo que hora era, quizás las siete o las ocho de la tarde. La paz y la tranquilidad que se respiraba, nos hacía sentirnos bien. Los edificios a la orilla del agua tienen una magia especial.



martes, 28 de enero de 2020

LA OTRA CARA DE LAS NUBES DE MAGRITTE



19 de Julio de 2003, sábado

Escribo desde el avión medio vacío que nos lleva a Estocolmo. Son las dos menos veinte de la tarde y estamos atravesando Dinamarca.

He visto el mar desde el cielo. Trajes de cuadros marrones y dorados con algo de verde, formando las llanuras de Francia. El contorno de una isla y una serpiente grande y marrón que es el Sena a su paso por París. Al atravesar Bélgica he admirado la otra cara de las nubes de Magritte y el color grisáceo de las islas Frisias en Holanda. Mar, mar, sólo mar y de vez en cuando algodones blancos sobre el agua.

Miro la pantalla del avión que indica Gottemburgo a una temperatura exterior de –48º y otra vez las nubes que semejan a la nieve del Ártico.

Siempre llevas la mirada hacía arriba a pesar de estar ya en casi lo más alto, no sabes que sucede debajo. El que está por encima tiene la visión de la luz y su blancura y desconoce lo que pasa en el subsuelo. En este instante reconozco, literalmente, el sentimiento de “vivir en una nube”. Desde aquí, desde la cúspide, todo es lo que no es, sólo se le parece.


A estas alturas del viaje y después de un pequeño almuerzo, la mayoría de pasajeros duermen o han cerrado los ojos.

Según el mapa y las flechas, ya estamos en Suecia. Son las dos hora local y de destino. Dos mil cuatrocientos veinte Kms desde que dejamos Madrid.

El avión comienza a descender. La temperatura llegó a ser de –68º Fahrenheit, Latitud 59, Longitud 19. El comandante nos anuncia que en nuestro destino hay 28º ¿Será verdad?

Siguen las nubes, en desorden, como cúmulos de algodón que flotan en el espacio. Telarañas blancas sin soporte. Veo bosques y llanuras de distintas tonalidades del verde. Las casas ordenadas. ¿El mar? ¿Vuelve el mar? No. Son los lagos transparentes y la estela de dos barcos sobre el agua de otro verde. Lagos grandes con rebaba, pequeños, redondos, regulares, irregulares, de formas caprichosas. Algunos me recuerdan a los paramecios. Son los lagos que se alargan, se mezclan y suceden con los prados, casi del mismo color.

Poco a poco vamos bajando de las nubes para tocar el suelo. A David no le gusta esta bajada y noto su miedo. Han pasado tres horas de estar arriba. Ahora pisamos suelo de Estocolmo. Hemos llegado a Suecia.


Continuará....




















domingo, 26 de enero de 2020

EN UN AUTOBÚS DE SALAMANCA





EN UN AUTOBÚS DE SALAMANCA



(De Estocolmo a Helsinki, pasando por Tallin y San Petersburgo)







DEDICATORIAS

Este libro está dedicado a mi amigo Pedro Talaván, gran entusiasta de los viajes y de los libros de viajes. Gracias a él lo he escrito. En mis despedidas siempre comenta” Lo importante de los viajes es cómo se recuerdan, por eso se deben escribir”. Esta vez le he hecho caso y lo he escrito desde el principio hasta el final.

También quiero dedicar el libro a nuestros amigos de siempre Elvira y Luis. Con ellos hemos compartido muchos y bellos rincones de España. Gracias por disfrutarlos en vuestra compañía

Especialmente está dedicado a mi marido Mariano, la persona que me ha acompañado en casi todos mis viajes incluido el de la propia vida y que siempre me ha dado los elementos imprescindibles para poder viajar con una cierta armonía: paciencia, curiosidad y paz.


POCOS PREPARATIVOS

Dicen que todo viaje consta, como en las novelas y otras aventuras de la vida, de tres partes: Los preparativos, el viaje en sí, y el final.

En lo que a mí respecta, soy de las personas que prepara muy poco los viajes. Tanto Mariano, como yo, nos dejamos llevar un poco por la intuición y la improvisación. Hasta ahora, no nos ha ido del todo mal.

Este viaje que me propongo relatar, fue un poco más organizado que otras veces.

Hacía ya casi diez años que no viajábamos juntos al extranjero, porque individualmente si lo habíamos hecho, por motivos de trabajo, pero no de vacaciones.

En el verano del 2003, nos apetecía retomar las viejas costumbres de antes.

-¿Dónde vamos de vacaciones?

-No lo sé. Pasaré por la agencia. Pediré unos folletos a ver que tienen.

Me acerqué a las oficinas. Allí me dieron unas cuantas revistas de itinerarios por Europa.

En casa las hojeé tranquilamente. Me llamó la atención un titular donde se leía: “Las Perlas del Báltico”.

-Mariano, echa un vistazo a esto. De momento tiene un nombre sugerente.

- Estocolmo, Tallin, San Petersburgo, Helsinki. No conocemos ninguna de estas ciudades. Puede estar interesante.

Lo leímos con más detenimiento y decidimos que este año podíamos ir en un viaje organizado. Nunca lo habíamos hecho. David, ¿quieres venir de vacaciones con nosotros?

- ¿ Adónde?

-Mira a ver si te gusta.

-¡Qué bien! Voy a conocer Estocolmo y San Petersburgo. Por fin voy a ir a Rusia. ¡Con las ganas que tengo de visitar ese país!

Así fue, más o menos, como lo decidimos en un fin de semana del mes de junio.

No tuvimos mayor complicación que el visado para Rusia. Resultó un poco caro. Sabemos por experiencia que todo tipo de papeleo en los países de la antigua Unión Soviética cuesta dinero. Como David y yo teníamos los pasaportes caducados, tuvimos que renovarlos.

El viernes 18 de julio, hicimos las maletas y al día siguiente, sábado, a las nueve de la mañana, estábamos en el Aeropuerto de Barajas dispuestos a comenzar nuestro viaje por las Perlas del Báltico.
                                                                                                        ( Continuará)