La catedral de San Isaac en San Petersburgo
Días
24 y 25 de julio, jueves y viernes de 2003
Después
de nuestra estancia de dos días en la tercera perla del Báltico,
San Petersburgo, nos dirigimos otra vez y como siempre en el autobús
de Salamanca, hacia la frontera camino de Finlandia.
Retomo
donde nos habíamos quedado y termino nuestra estancia en Tallín.
Eran
como las dos de la tarde del martes 22 de julio cuando llegamos al
hotel y nos encontramos con una habitación muy grande y curiosa,
pues cuando encendíamos la luz del cuarto de baño, se ponía en
marcha la Televisión. También había una ducha, como en la
habitación de Estocolmo, donde no existen los tapones y el agua
corre por el suelo del desagüe, así nunca se encharca.
Se
me ocurre que podríamos coger lo mejor de cada pueblo para conseguir
uno perfecto. Cuando visitas países distintos a los tuyos, te das
cuenta que, al igual que las personas, todos somos iguales y diferentes a la vez.
Después
de descansar y ducharnos, nos fuimos a comer. Ya teníamos hambre.
Por indicación de Roselín nos metimos en un restaurante que estaba
muy cerca del hotel que tenía buena apariencia. Comimos blinis con
jamón y caviar acompañados por una ensalada. Eran platos únicos
que tenían de todo. Cuando llegaron los postres, Mariano le dice al
camarero que queremos un ice-cream y al ver que no nos entendía en
inglés le digo marosna ( helado en ruso). Rápidamente nos traen un
helado que me comí con gran placer, olvidándome de sus calorías.
¡De algo nos sirvió el que Natacha estuviera con nosotros seis
veranos!
Se
van perdiendo los recuerdos en el tiempo y sigo escribiendo mientras
pasamos bosques de pinos y abedules por tierras rusas.
El
cielo azul de la mañana, nos acompaña como la música clásica que
nos relaja. Algunos se quedan dormidos.
Por
la tarde en Tallin, (sigo buscando en la memoria) dimos una vuelta
por la ciudad fuera del casco antiguo y enseguida vimos que las
huellas de los países del Este están allí, aunque ellos no lo
quieran: Las grandes avenidas con los pocos coches, los trolebuses,
los espaciosos parques, la gente andando con las bolsas en la mano.
Una estampa que conocemos muy bien de otras ciudades que hemos
visitado y que pertenecen al extinguido comunismo.
Pasa el trolebús por las calles de Tallín
Después
volvimos al casco antiguo, donde nos cruzamos con muchos otros
turistas que subían y bajaban las calles principales. Callejeamos
por unas y otras e intentamos ver alguna de las numerosas iglesias
que hay en Tallin. No tuvimos suerte. Todas estaban cerradas.
Por
la noche cenamos en el la habitación del hotel. Habíamos comprado
comida en un supermercado grande situado cerca de donde nos
hospedábamos. Roselín, nos indicó en sus instrucciones de ese
día:
-
No se olviden de ir provistos con avituallamiento para mañana, porque va a ser una jornada algo dura. Pasaremos mucho
tiempo en el autobús que nos llevará a San Petersburgo.
Ya
conté que el toque de diana fue a las seis menos cuarto y ahora
retomo lo que escribí cuando me quedé en la frontera de entrada a
Rusia.
Hay
que pasar dos fronteras, primero salimos de Estonia. No hubo
problemas. Después bajamos del autobús y esperamos unos cuántos
minutos que aprovechamos para ir al lavabo y para observar la
tristeza de estas fronteras grises donde todo es sigiloso y envuelto
en un hálito de misterio, que te recuerdan un poco a las películas
de espías y que además te hacen sentir como sospechoso no
sabiendo muy bien de qué .
Volvimos
obedientes al autobús y, después de muy pocos kilómetros, llegamos
a la frontera rusa. La guía nos advirtió que era una frontera muy
difícil, por eso era mejor que volviésemos a bajar todos del
autobús, cada uno con nuestra maleta. Antes de bajar de nuestra
casa con ruedas, vino un militar y se llevó nuestros pasaportes.
Pasados unos minutos nos lo devolvieron. A continuación, rellenamos
un papelito por duplicado, para después pasar la aduana cada uno con
su equipaje, su pasaporte y su visado. Una policía rusa, rubia,
joven y guapa, nos miró nuestro pasaporte y nuestra persona, todo
muy serio que contrastaba con nuestra alegría de poder estar de
vacaciones. En realidad fue todo muy sencillo, supongo que el mérito
hay que dárselo a Roselín y algunos dólares, al menos eso es lo
que se comentó en el grupo. Nuestra guía es algo inquieta, pero en
estos momentos yo la noté nerviosa y cuando pasó ella, delante de
mi, le dijo algo en ruso a la policía. Después Mariano me tradujo
que le pidió una sonrisa. No me extraña. ¿Por qué se ponen tan
serios en estos sitios?
La
verdad es que cuando atraviesas estas fronteras tienes la sensación de
sentir como si una losa pesada se cerniera por encima de
nuestras cabezas, porque el ambiente es tenso, muy tenso, no hay
relajación por ningún lado, ni una sonrisa de distensión. Todo es
austero, gris, sin una nota de alegría.
La
frontera con Rusia
David,
extendió su pasaporte a la policía rusa y cuando se lo devolvió le
dijo: “Expasiva” (gracias ) y es que David también sabe algo de
ruso.
Por
fin, después de una hora ¡ y no fue mucho tiempo! ya que todo salió
dentro de lo normal, respiramos tranquilos por estar en Rusia. Al
cuarto de hora o así, nos vuelve a parar la policía y le hace
bajar a José, con todos sus papeles.
-
Y ahora ¿qué pasa? – Nos interrogamos todos los del autobús
Ya
he dicho que José es nuestro chofer, un hombre afable no muy alto,
moreno, con bigote y perilla, que cuando le hacemos una pregunta
siempre nos contesta muy educado” no sé, Vds. verán o cómo Vds.
decidan.”
Creo que José debe tener algo de miedo, esto lo noté
mientras escribía, después, hablando con él, nos confesó que era
la primera vez que iba a hacer el viaje desde Tallin a San
Petersburgo ya que desde Finlandia a Rusia lo había hecho la semana
pasada. No me extraña el miedo de Jose a los conductores de San
Petersburgo. Son temerarios. He observado que cuando algo nos
preocupa y nos da miedo solemos expresarlo en la primera conversación
que encontramos,
no importa que nuestros interlocutores sean extraños, quizás por
eso lo hacemos más.
David
que tiene los sentimientos más básicos, más libres que nosotros lo
sabe expresar muy bien. Cuando algo le preocupa, lo repite y lo
repite. Por eso José lo repitió más de una vez aquello de que en
San Petersburgo conducían mal.
Quizás
José también tuviese miedo de que le parasen y le hicieran soplar y
no porque bebiera, que yo al menos no lo he visto nunca con dos copas
de más, sino por el simple hecho de que te pidan que lo hagas y
además esta policía rusa que impone tanto, pidiendo siempre
pasaportes, visados, papeles y más papeles, como estaba pasando
ahora, según mis recuerdos. No sé si otra vez los dólares o el
buen hacer de José y Roselín tuvo su efecto; el caso es que se nos
permitió continuar nuestro camino hacia la tercera perla del
Báltico: San Petersburgo.
Tuvimos
que comer en el autobús y sobre la marcha, lo cual es bastante
incómodo. Como buenos compañeros de viaje nos ofrecíamos unos a
los otros bocadillos, chorizo, vino o galletas con chocolate. El
ambiente del grupo era amistoso y muy relajado y respirábamos un
poco aliviados de haber podido pasar la frontera sin contratiempos.
Si
en Tallín no se puede beber agua del grifo, en San Petersburgo,
menos, así que íbamos cargados de botellas de agua por si nos hacía
falta.
Natacha,
nuestra guía rusa, después de estar casi dos días con nosotros,
nos ha dejado porque ha llegado a su pueblo que está en medio de un
bosque. Ha sido, junto con Leiss, el de Suecia, la mejor guía,
amable, con grandes conocimientos, explicando bien y con una
puntualidad soviética. Nos ha llevado por todo San Petersburgo y
ahora que nos deja la dedicamos un gran aplauso.
Nuestra guía Natacha, nos explica
Sigo
buscando en mi memoria para escribir nuestra estancia en San
Petersburgo, porque mis recuerdos están en la entrada a esta ciudad.
Natacha
ya nos estaba esperando. No recuerdo muy bien la hora de llegada a
esta ciudad. Puede que fueran las tres de la tarde, hora rusa, que es
una más que la de Tallin y dos más que en España. Ya en la
frontera Rosalín nos hizo cambiar la hora del reloj. De estas cosas
se ocupa David, ni Mariano ni yo llevamos reloj en vacaciones,
tenemos esa costumbre. Así nos pasa que cuando hemos ido otras veces
solos nunca sabemos que hora es, pero nos sentimos más libres. Yo
sólo me pongo el reloj para dar las clases, después me lo quito y
no quiero saber nada del tiempo.
Cuando
llegamos a San Petersburgo, no nos llevaron al hotel. Estábamos
cansados- ya escribí que nos habían levantado muy temprano, las
cinco cuarenta y cinco-por decirlo de otra forma- luego los
trescientos kilómetros en el autobús por esas carreteras, que
aunque llanas, no son buenas y además están
las dichosas
fronteras. Pero era
imprescindible visitar esta ciudad.
Estaba programado así.
Primero
paramos en la Iglesia Catedral de San Isaac. Es una iglesia con
columna de mármol y cúpula dorada. La primera mirada fue un poco
desilusión. ¿Dónde estaba la ciudad espectacular de la que tanto
nos habían hablado? Hicimos una pequeña parada y después el
autobús con matricula de Salamanca empezó a recorrer calles con
puentes, canales, palacios y más palacios pintados en diferentes
colores y entonces si, entonces empezamos a sorprendernos.
Natacha
nos contaba cómo hacía trescientos años, en concreto en el 1703,
el zar Pedro I El Grande, fundó esta ciudad, sobre las tierras
musgosas y pantanosas de un gran río, El Neva, el que ahora veíamos.
Nos habló de la prolongada Guerra del Norte contra los suecos y
cómo este monarca, construyó la fortaleza de Pedro y Pablo, el
embrión de la ciudad.
Bajamos
del autobús para ver las vistas sobre el río Neva . Habíamos
llegado a la Isla Vasilievsky . El delta del río abre sus brazos y
se transforma en el pequeño Neva y el Gran Neva . Un amplio y
hermoso jardín con una columna de color naranja llena de elementos
decorativos en hierro y piedra, nos estaban esperando. Después vimos
más de estas columnas llamadas rostrales.
Enfrente
se encontraba el Palacio de Invierno, donde el cielo estaba algo nublado e
incluso comenzó a llover un poco. El agua del río también era
gris, pero la vista era especial, magnifica. De esas que se quedan
grabadas en la memoria para siempre y a las que las fotografías no
suelen hacer justicia. La parada fue rápida, como un primer bocado
de una comida muy apetitosa que va a venir después. Ya no nos
acordábamos ni del cansancio, ni de las fronteras, ni del viaje por
las carreteras sin asfalto. Disfrutábamos de la belleza, eso era
todo.
Vista del Palacio de Invierno
La
Venecia grande, o la Venecia del Norte- nos hablaba Natacha desde su
micrófono a aquel grupo de españoles que habíamos viajado desde tan
lejos para admirar esta ciudad con 1400 Kms de superficie y cerca de
cinco millones de habitantes
Primera sorpresa para mí.
No sé por qué la imaginaba más pequeña. Alguien me dijo que tenía
menos extensión que Moscú y por eso pensé que se podía recorrer
fácilmente. Nada más erróneo. Circulábamos por las calles
grandes, largas y espaciosas rodeadas de bellos edificios recién restaurados. La Avenida
Neski, es la calle más famosa y transitada. Hombres, mujeres,
niños, coches, trolebuses, autobuses, tranvías, todos pasaban por
ella.
-Allí
a lo lejos, esa aguja dorada que sobresale es la del edificio del
Almirantazgo, del arquitecto Korovov- Indicaba Natacha.
José
seguía torciendo por calles y anchas avenidas y veíamos grandes
estatuas.
-
Ahora llegamos a la plaza de los Decembristas, con el monumento a
Pedro el Grande. Ell río Neva otra vez, que nunca nos deja y al otro
lado la Academia de las Ciencia o la Kunskammer. Más a lo lejos
podemos divisar la famosa fortaleza de Pedro y Pablo. Su aguja alta y
chapada en oro es inconfundible. Se puede ver desde distintos lugares
de la ciudad.
Hicimos
otra parada. No recuerdo si antes o después de pasar por los
lugares que he mencionado arriba, porque mi mente confunde algunas
cosas, ya que era tal la cantidad de información y belleza la que
se iba acumulando que me he perdido en procesarla.
De
lo que si estoy segura, es de que bajamos o subimos ( no lo sé y
además esto es muy discutible según quien lo cuente) por una calle
a la orilla de un canal y así casi por sorpresa, nos saludó una
catedral ortodoxa con su cúpulas de colores.
-Es
la Catedral de la Resurrección de Cristo o San Salvador sobre la
Sangre Derramada. – Informó Natacha.
El
nombre nos llamó la atención -parece ser que un terrorista en este
lugar hirió de muerte al zar Alejandro II- como también nos quedamos embelesados con el propio edificio el resto del grupo. Es verdad que es muy vistosa,
llena de colorido. Siento decirlo, pero a mi no me dejó perpleja
con su belleza. Quedé tan sobrecogida por la Catedral de San Basilio
en Moscú, que a ésta otra catedral, que además es más grande y
más moderna y posiblemente con más cúpulas, no la encontré con
la magia especial que tenía la de la Plaza Roja. Mi amiga María
Ángeles P.I que estuvo aquí en la primavera pasada, me dijo que ésta
la gustaba más que la de San Basilio de Moscú. No, no estoy de
acuerdo.
Subimos
al autobús y allí Roselín nos anunció que no teníamos tiempo de
volver al hotel.
-Está
programado el hacer una excursión libre para hacer un pequeño
crucero por las aguas de San Petersburgo. Ya saben que quiénes
quieran ir, me lo dicen.
En
esta ocasión se apuntó todo el grupo.
Mientras,
Natacha nos seguía explicando desde el autobús, la historia de los
edificios que divisábamos a través de las ventanillas, hasta
llegar al embarcadero donde un barco estaba preparado para nosotros.
Poco tiempo después, comenzamos plácidamente a navegar.
Disfrutando
en el barco
Natacha
seguía explicando cómo los ríos se unen y pasan por los canales
para llegar al mar. El porqué de de los nombres el porqué de los
palacios y mientras nuestra vista iba y venía.
Palacios sobre el agua
-Aquél
en azul es la Universidad, ese otro, amarillo, el último apartamento
de Alejandro Pushkin, el gran poeta ruso, la Catedral de San Nicolás
del Mar
Palacios y Catedral
Los
teatros, los palacios, las academias se sucedían en una sinfonía
formada por piedra y color y si un edificio era bonito, el otro más
y así más y más y más. A todo esto, pasábamos por debajo de los
puentes de hierro, como antes habíamos pasado por encima. “El
puente del Palacio” “El de la Trinidad” el del Teniente
Schmidt” . Puentes que abrían sus puertas al paso de los barcos
con su filigrana de hierros que me recordaban a la Torre Eiffel. Me
gustó cuando pasamos por el Arco de la Nueva Holanda, tan romántico
y especial.
Puente
de hierro sobre el agua
Mariano
hacía fotos y fotos para poder seguir recordando porque era
imposible almacenar todo eso en la memoria. David y yo sentados en el
barco mirábamos y admirábamos. El resto del grupo sacaba vídeos,
fotos. Había algunos, como la pareja que venía de Islandia, que él
hacía las fotos y ella la cámara de vídeo. No me extraña. Por
supuesto yo no podía escribir. Me hubiese gustado, pero si escribía
me perdía la belleza y la sensaciones que el entorno me estaba
dejando.
Ahora
mientras lo recuerdo y lo escribo, siento que la serenidad y la
armonía se estaban apoderando de mi y que una parte ínfima de los
tres siglos o menos de belleza acumulada podía rozarla en aquellos
instantes.
Otro
palacio más
Es
verdad que los poderosos hacen cosas impresentables y que dañan a la
humanidad como lo habían hecho aquél Pedro El Grande, Catalina La
Grande o los Zares Nicolás I y Nicolás II , oprimiendo al pueblo y no
tratando a su súbitos como personas que eran , y sin querer
exculparlos, he de decir que el ser capaces de contratar a los
mejores arquitectos, escultores, pintores, y artistas en general,
para hacer de esta ciudad un lugar tan lleno de esplendor que perdura
en el tiempo y que ahora, las generaciones futuras podemos admirar,
es verdad que en esto, tengo que darles las gracias.
La
llamada San Petersburgo desde su fundación hasta la Gran Guerra del
14, la luego convertida en Petrogrado para hacer más ruso su nombre,
la Leningrado del comunismo y la vuelta otra vez al San Petersburgo
actual, nos estaba dejando atónitos, atrapados y encantados a todos,
en el paseo inolvidable en barco.
En
la calle, cerca del hotel de San Petersburgo
Por
fin llegamos al hotel. Teníamos sólo diez minutos para cambiarnos,
porque la cena nos esperaba en el buffe libre. Estábamos alojados en
el hotel más grande de la ciudad con cuatro mil habitaciones.
Dejamos el pasaporte en recepción y hoy, dos días después, nos lo
han devuelto cuando hemos salido para Finlandia.
Subimos
al piso trece. Todos residíamos en ese piso porque a estas alturas
de la semana, ya el grupo nos vamos conociendo, sabemos más o menos
quiénes somos, de donde venimos y adónde vamos o mejor a dónde nos
llevan, pues nuestro destino es el mismo.
Los
catalanes, el vasco, las que hablan en tagalo que son de la embajada
y tienen acento argentino cuando hablan en español, vienen de
Copenhague y se unieron en Estocolmo. Los de Segovia, Los navarros,
los cuatro de Madrid y nosotros vinimos desde España hasta
Estocolmo. Los cuatro jóvenes que son de Madrid, vienen de Islandia
y el resto a no ser que me equivoque vienen de Noruega. Ahora vamos
todos hacia Helsinki.
En
el camino nos hemos encontrado a otros que hacen el recorrido al
revés. Los hay que lo han hecho un día antes. Los hay que van hacía
Moscú.
En
fin, el hotel era un hervidero de gente, sobre todo de extranjeros.
Un hotel de lujo y con habitaciones muy confortables. La nuestra era
la 13130. A los de Salamanca como también son tres, les pusieron
una cama supletoria como a nosotros. Lo hemos estado comentando.
El resto, lo he
indicado en otra ocasión, son parejas que van en grupos de dos, de
cuatro o de seis, viajan solos el de Bilbao y Antonio que no sé de
donde viene e
Esto
es un grupo y poco a poco la dinámica del mismo va funcionando.
Nosotros seguimos la amistad con Fermín y Silvia de Pamplona.
También hablamos a veces, con los que vienen de Islandia y saludamos
a los portugueses y al resto. A Elvira y a su compañero, nos los
hemos encontrado dando vueltas, por la ciudad. Hemos charlado un
poquito con ellos. Con Fernando, el de Bilbao, hablamos poco con él
y él habla menos con nosotros. Me llama la atención el que haya
estado en solo en China. Quizás sea porque es un país que me
gustaría visitar pero al que posiblemente no vaya.
Continuaremos un día más en San Petersburgo.......
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