Ya
en el aeropuerto de Arlanda, en la capital sueca, no sabíamos quién
nos podía esperar. Imaginábamos que alguien sujetaría un cartel
con las letras de nuestra agencia. Efectivamente un hombre alto y
delgado con cara de despiste, soportaba las letras que en seguida
identificamos. Nos acercamos a preguntar. Resultó no ser el guía.
Era un viajero más e igual de desorientado que nosotros que venia
desde Madrid. Una chica morena le había dicho:
-Toma.
Sujeta esto.
Él
obedeció.
Preguntamos
por Ana, como nos habían indicado en Barajas, para entregarle un
sobre que le traíamos desde Madrid. Otra chica, que no era la Ana
que buscábamos, nos pidió nuestros nombres y recogió el sobre,
asegurándonos que todo estaba correcto.
Poco
a poco se fue reuniendo el grupo y nos llevó hasta un autobús que
resultó ser con matrícula de Salamanca.
En
el autocar se presentó nuestra guía, Roselín, una malagueña
morena y alegre. También conocimos a José, nuestro chofer.
Roselín
nos fue explicando, mientras recorríamos los 50 Kms que hay desde al
aeropuerto hasta la capital, algo de la ciudad de Estocolmo y nos
hizo sus recomendaciones para hacernos más grata la estancia en este
país.
-No
tengan ningún problema en beber agua del grifo. Es potable y muy
buena. Lo que está prohibido es el fumar en el hotel
-¿Cómo
qué no se puede fumar? – preguntó algún empedernido fumador.
-Sí.
En el hotel no se puede fumar en las habitaciones y sólo a partir
de las tres de la tarde, habilitan una sala para ello.
-
Pero si fumas en el váter de la habitación no te ven. – Esta vez
era una voz femenina.
-
Lo tienen todo controlado y se dan cuentan. Yo he intentado hacer
trampas y me han pillado. Les digo que no fumen en las habitaciones-
Insistía Roselín
Como
no soy fumadora, ese problema, no me preocupaba en absoluto. Después
comprendí que para algunas personas como Elvira (más tarde supe que
se llamaba Elvira) era de vital importancia. Ya en la recepción del
hotel, ella me miró un poco nerviosa. Lo que sí comprendí que
aquí, en Suecia, eso de fumar como lo de beber, estaba un poco duro.
La
malagueña Roselín, se preocupaba de nuestra seguridad y economía
y nos indicaba cómo debíamos comer en esta ciudad nórdica.
Después comprendimos el porqué.
Lo
del agua también era importante, no siempre íbamos a poder beber
agua del grifo en nuestros itinerarios de viajes por las Perlas del Báltico.
-No
se olviden de llevar siempre el pasaporte con Vds. Conviene que no
descuiden los bolsos. No es una ciudad muy insegura, pero es mejor
prevenir.
-Los
países nórdicos son caros. Así que tenga cuidado cuando se meten
en un restaurante. La comida de cualquier puesto de la calle o
tiendas, no tiene ningún tipo de problemas. Hay unos controles
alimentarios muy rigurosos.
En
fin, parecía que tenía experiencia y nos ponía sobre aviso.
Roselín destacaba por ser eficiente y práctica.
-Ahora,
suban a las habitaciones que les hemos asignados y no se olviden de
mirar la nota que les pondré aquí, en la planta cuarta, a la orilla
del ascensor. Esta tarde tienen tiempo libre. Mañana nos volvemos a
ver en el hall de la entrada. El autobús nos estará esperando y
dedicaremos toda la mañana para ver la ciudad. Nos acompañará un
guía sueco. La televisión es la encargada de despertarles. Cada
uno puede organizar su tiempo como quiera. Les aconsejo, por la hora,
coger un barco para tener una primera mirada de la ciudad. Les
llevará a las diferentes islas.
Roselín
volvió a repetir las instrucciones un par de veces más, quizás
porque podía ver en nuestras caras el despiste, o porque no siempre
ella, era lo suficiente clara en sus explicaciones. Para despedirnos
dijo:
-
Bienvenidos. Espero que lo pasen muy bien y hasta mañana. No olviden
mirar la nota.-Insistió.
Estábamos
empezando a comprender que nosotros no íbamos a tomar las grandes
decisiones de nuestro itinerario, porque esas estaban ya tomadas y
programadas. Al ser nuestra primera vez en viaje organizado,
pensamos que lo mejor era dejarse llevar y confiar en los expertos.
La
habitación del hotel bien. La mayoría subió al piso quinto.
Nosotros nos quedamos en el cuarto, donde se encontraba el comedor
para el desayuno del día siguiente
Como
estamos acostumbrados a ir a nuestro libre albedrío, decidimos no
tomar el barco y comenzamos a callejear.
Lo
primero que vimos fue la Sala de Conciertos donde Cela recogió el
Nobel. Era un edificio azul con columnas blancas que se encontraba
situados muy cerca del hotel. Un pequeño mercadillo ocupaba la
plaza de detrás del edificio. Sobresale en esta plaza, una estatua
de metal negro, grande y desnuda como queriendo escapar de entre
varías mujeres. Nos contaron, ahora no recuerdo quién, la historia
de este personaje de la mitología y su esposa, la ninfa Eurídice,
su muerte, posterior rescate y la nueva y definitiva pérdida de
Eurídice, por ser incapaz Orfeo de no mirarla antes de salir del
reino de los muertos. Su nuevo intento y retirada a Tracia, donde
las mujeres pretendieron consolarlo. Al no conseguirlo, en las
fiestas de Baco, estas mujeres, apagaron
su voz, le atacaron furiosas y destrozaron su cuerpo.
Después de esta breve visita, encaminamos nuestros pasos hacia la calle peatonal. Más tarde supimos que Estocolmo es una ciudad formada por 14 islas, que se van uniendo por puentes que nosotros pasábamos en nuestro caminar, cruzándolas sin, a veces, darnos cuenta. Cuando la construyeron allá por el año 1252, la llamaron: “Staden mellan broarna, es decir, la ciudad entre puentes.
Nos paramos en el lugar en que se unen el mar Báltico y el Lago Mälar, justo enfrente del Ayuntamiento. No recuerdo que hora era, quizás las siete o las ocho de la tarde. La paz y la tranquilidad que se respiraba, nos hacía sentirnos bien. Los edificios a la orilla del agua tienen una magia especial.
2 comentarios:
La paz del Báltico no sé si llevó un poco de paz al Nobel español, ahora un tanto olvidado.
Besos 😘
Algo calmaría su mal humor.
Es verdad que sí está un poco olvidado
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