Casas sobre el agua en Estocolmo
Como nos habían anunciado, a las siete de la mañana, nos despertó la televisión. Se puso en marcha a esta hora temprana y no tuvimos más remedio que levantarnos para vivir la jornada de ese día. Yo estoy acostumbrada a despertarme lentamente, cuando ya se me ha acabado el sueño. En estas vacaciones, casi todos los
días, iba a ser con despertador.
A eso de las tres de la madrugada, había amanecido y a las once y media de la noche aún seguía la luz. Estábamos en los países nórdicos, donde los rayos del sol caen de una forma más oblicua, por eso, en invierno la claridad desaparece antes que en España, pero en verano se va después. Me gusta la luz, quizás sea para estar en armonía con mi nombre, y, no tengo ningún problema para dormir por la noche con luminosidad. Hay personas, como Mariano, que necesitan la oscuridad para poder dormir. Ese es un aspecto que a mi no me afecta, como no me afectaba nada lo de fumar o beber.
Aquí, en Suecia, no sirven alcohol de una forma libre en los supermercados, si no que has de comprarlo en unas tiendas especiales y demostrar que tienes más de veintiún años. Además llevan un control en una libreta de lo que compras, que supone, bebes. Opino que no hay peor cosa que prohibir algo para que se consuma mucho más, ya que al ser humano le atrae lo prohibido.
Como era fin de semana, encontramos a más de uno borracho. Me pregunto cómo conseguirán la bebida. Supongo que debe ser una aventura excitante para ellos, el llegar a la recompensa final de una botella de vino u otro licor más fuerte. Sin embargo, para nosotros, al menos para mí, no supone ningún placer el ir de compras y menos adquirir licores.
Después de desayunar en el restaurante del hotel donde podíamos comer de todo: fruta, zumos, salchichas, embutidos, leche, café, mantequilla, bollos, mermelada, en fin un suculento desayuno, teníamos programada la visita a la ciudad con un guía sueco muy alto llamado Leiss, que parece ser el nombre del primer rey de Suecia.
Nos explicaba, este guía y profesor de Adultos- que casualidad- como en un principio Noruega, Suecia y Dinamarca estaban unidas, hasta que se separaron y cómo Dinamarca, que es ahora la más pequeña en extensión, era la que mandaba.
Nos habló mucho, bien y ameno. Sabía relacionar y nos contaba acerca de las costumbres de la antigua Suecia y del Estocolmo actual. Las vistas panorámicas de la ciudad, fueron excelentes, y José, nuestro chófer del autobús de Salamanca, indicado por Less, nos llevaba a los mejores sitios, para que divisáramos esta bella ciudad sobre el agua que fue construida por el regente de Suecia Birger Jarl.
Realmente Estocolmo es una ciudad bella, moderna, abierta, menos limpia, al menos por algunos sitios, de lo que esperábamos, pero una perla del Báltico.
Ahora, es ya la tarde. Hemos comido unos bocadillos y después de coger un barco, estamos en una nueva isla. Aquí vemos naturaleza.
Sí, es cierto que Estocolmo tiene el color gris de todas las ciudades, a causa del asfalto en sus calles y aceras, pero también tiene el verde del campo y, mientras escribo recordando lo que acaban de leer, estamos sentados en un banco, rodeados de césped, árboles y rosales rojos. Enfrente, los barcos pasan de vez en cuando. Se oye graznar a las gaviotas y protestar a los patos que hace poco salieron corriendo hacia el lago.
- ¿Qué hora será? -Me pregunto a mi misma
- Son las 3 y 28,- me contesta David, que como siempre, da la hora exacta.- Ya hemos descansado bastante. Quiero seguir andando.
Se ha nublado un poco, pero el tiempo es excelente: Treinta grados con brisa del Báltico que nos llena de calma en esta isla casi en el centro de la ciudad. Para volver, no vamos a necesitar coger el barco de nuevo, porque hemos llegado a un puente que nos une con la isla grande, donde encontramos las calles peatonales. De ahí al hotel, es muy fácil llegar.
En este domingo de julio, los estocolmenses que no han abandonado la ciudad, se tumban y toman el sol. Mariano y David se han comprado una gorra amarilla con estrellitas azules (los colores de la bandera sueca) y buscamos la sombra. El gorro para mí lo compraré más tarde.
Hago fotografías de las flores y los patos.
Nos hemos desviado un poco de la orilla del lago que estamos recorriendo y sin querer, paseamos por un camino en medio de un bosque. Desandamos lo andado e intentamos encontrar el puente, mientras observamos como el borde del lago está lleno de esculturas. Es un museo al aire libre, nos recuerda a otro que existe en Gotemburgo, aunque aquel es más jardín que éste. Por fin hemos encontrado el camino.
Después de cenar, hoy como ayer, hemos vuelto aquí, enfrente del Ayuntamiento. La vista nos subyuga y nos atrae. El sol aún no se ha ocultado. La temperatura es ideal.
Mariano y yo hemos cenado una pizza. David se ha comido una ensalada de pasta y cada uno hemos bebido una cerveza. Nos ha costado todo 60 euros, 500 coronas suecas o 10.000 pesetas de las de antes, pero es que cada cerveza valía 6 euros.
Los países nórdicos son caros, ya lo sabíamos, y sin embargo, no te acostumbras. Con razón dice Roselín que debemos desayunar mucho para luego comer un bocadillo y ya está. En fin, esas son cosas materiales, con una importancia menor.
Miro el cielo azul, y, a lo lejos diviso un gran bosque de árboles altos, frondosos y verdes por el que salen globos de diferentes colores. Cerca de la orilla opuesta hay un barco anclado. En realidad es un hotel flotando en estas aguas negras y transparentes. Una gran explanada con bancos nos permite descansar el cuerpo y sobre todo la mente.
Nos dijo el guía esta mañana que la arquitectura de las casas es holandesa, de los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX y supongo que por muchos sitios del XX y hasta del XXI. Parece ser que en Estocolmo no hay apenas vestigios de la Edad Media. El interior gótico de la Iglesia de San Nicolás y la iglesia franciscana de Riddarholmen son lo más representativo de este período.
Rememoro las palabras del guía con nombre de rey:
-Todos los años los estudiantes de arquitectura, eligen los edificios más feos de la ciudad. Hemos visto el número uno que es la Casa de la Cultura y también ahora, éste que veis, es el número seis.
(Tengo el recuerdo de una casa de pisos grises con ventanas. No sé si era alguna residencia de estudiantes o algo así y es que la memoria retiene lo que quiere o puede y en esto me he perdido).
Sigo recordando a Leiss mientras recorremos el casco antiguo de la ciudad:
-Cada 200 años, se puede apreciar cómo el suelo de Suecia se eleva unos centímetros porque aquí hubo una glacial. Es por eso que los edificios se agrietan y algunos, como ese que vemos ahora, está inclinado. (Es uno que se halla enfrente de la estatua de San Jorge y el Dragón , muy cerca del Palacio Real y la Catedral)
El sol acaba de desaparecer por el Ayuntamiento. Miramos como los globos en el cielo de Estocolmo se acercan a lo alto de la torre de la Casa Consistorial, donde sobresalen la media luna y una estrella que representan las tres coronas del reino de Norte. Se oye el suave y monótono sonido de las olas, los graznidos de las gaviotas en vuelo y las palabras incomprensibles de diferentes lenguas y culturas en este ordenado país multirracial
Mariano, que siempre hace pocas fotos, en este viaje y en esta ciudad no ha parado de captar imágenes, obre todo, de las casas sobre el agua.
Mañana no dormiremos en este hotel sueco. A las cinco de la tarde salimos para Tallin. Tenemos la suerte de levantarnos cuando queramos y seguir viendo Estocolmo a nuestra manera. Nos dejan tiempo libre. En realidad solo la mañana de este día 20 ha estado programada con el guía sueco y ha sido muy interesante e instructiva, el resto nos han dejado a nuestro aire y eso nos gusta.
2 comentarios:
La luz de Estocolmo la imagino distinta, difuminada, suave, como una gasa luminosa.
😘
Gracias sor Austringiliana por pasarte por aquí.
La luz de Estocolmo en aquellos días, estaba llena de calma y no la olvidaré
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